No quiero que la mercería pase a convertirse en un ‘Mardona’ porque aquí hay tantas historias, tanto remiendos, tantos dobladillos bajados cada curso y tantas molías que…
Mi abuela compraba los ovillos de lana con los que me hizo todas las bufandas de mi equipo cuando no existían los puestos con banderas… ¡Que no! ¡Que me niego! ¡Que me da coraje!
Que este rincón pasa de ser el lugar donde mi madre me compraba el hilo para zurcirme los calcetines a convertirse en una empresa sin alma que vende ‘Bismás’ a 2 euros. ¡Que no! Y, lo peor, que no os dais cuenta de que se van porque no los valoramos, no les hacemos ni puñetero caso, exigimos mucho, pasamos de ellos, los perdemos y luego lo lamentamos.
¿Qué pasó cuando cerró el bar de Manolo? ¿Eh? ¿Ahora qué? ¿Quién te prepara los bocadillos de manteca colorá? ¿? ¿Quién? ¿El ‘Estarbás’ que ahora ocupa su lugar y te vende un cortado, en vaso de cartón, a 4 euros? ¿Ese?
¿Qué será lo próximo? ¿Que los dueños del Cádiz sean del Sevilla?
(Cuando despiertes del hinchismo y te quejes, reaccionarán en tu contra etiquetándote como engendro, traidor, rata, falso o producto de Hacendado, como si los críticos ante tu decisión comieran cada día algo mejor).
Eso es lo que pasa cuando pierdes tu identidad y solo eres marketing para niños en el Tuiste o el Instagrás. Aún no son conscientes de que no se trata de ganar o perder partidos porque ya han perdido.